En este proyecto, realizado conjuntamente con el estudio PI·Arq, la cocina deja de ser un espacio funcional para convertirse en el auténtico eje de la vida doméstica, un lugar donde las tradiciones españolas y mexicanas conviven alrededor de la mesa y encuentran su máxima expresión. La isla central emerge como protagonista absoluta, no solo por sus dimensiones, sino por la fuerza y el carácter que transmite a través de su materialidad. Es el punto de encuentro que organiza el espacio, articula las relaciones y da sentido al día a día, convirtiéndose en el verdadero corazón del hogar.
El frontal de la cocina mantiene una estética limpia y armoniosa, dialogando con la isla pero sin competir con ella, permitiendo que toda la atención recaiga en su presencia escultórica. Las columnas de madera prolongan el gesto del umbral y abrazan la zona social, creando un perímetro cálido que acoge, delimita y ordena el espacio con naturalidad. La iluminación puntual sobre la isla refuerza su papel articulador, destacando esta pieza central como un foco de vida, encuentro y actividad familiar.
Antes de la reforma, la vivienda se encontraba compartimentada: dos salones comunicados por una corredera, un recibidor que limitaba la luz y la circulación, y la ausencia total de terraza. La necesidad de abrir, integrar y dar luz a los espacios condujo a situar la cocina en el centro del proyecto, transformando la organización original en una secuencia fluida y continua. Hoy, la isla no solo conecta cocina y zona social, sino que enlaza interior y exterior en un único gesto: a un lado se abre hacia la nueva terraza y, al otro, esconde el acceso al aseo de cortesía. El resultado es un espacio que respira, fluye y se mueve con naturalidad entre lo público y lo privado.
Al cruzar el umbral, los grandes ventanales plegables revelan la terraza y diluyen los límites entre dentro y fuera. La luz entra suave, recorre las superficies y conecta visualmente a quienes están en el interior con quienes disfrutan del exterior. Un banco corrido abraza el perímetro del salón, definiendo áreas sin imponerse, invitando a sentarse, leer junto a la ventana o descubrir los rincones de almacenaje oculto que resuelve con ingenio. Un olivo integrado marca la transición con delicadeza, separando sin dividir, aportando calidez y un carácter mediterráneo al conjunto. Cada detalle está pensado para que este hogar sea un refugio donde fluir, compartir y disfrutar.
La eliminación de la compartimentación original permite que el espacio social se expanda. La luz inunda cada rincón y los materiales, en tonos neutros y líneas cálidas, construyen un ambiente acogedor. Las referencias españolas y mexicanas se fusionan a través de colores, texturas de madera y la armonía general, dando forma a un hogar que no solo se habita, sino que se siente.
El umbral se convierte en un elemento narrativo: el pavimento señala la transición entre espacios y, al cruzarlo, aparece un inesperado guiño a la selva mexicana. Los azulejos parecen derramarse por la pared y continuar hacia el suelo, guiando la mirada hasta un pedestal sobrio que organiza el espacio y conduce al lavabo. Las paredes, revestidas con piedra natural de cantera, aportan textura, peso y carácter, mientras un juego de espejos multiplica la percepción y crea una sensación envolvente de selva infinita, donde naturaleza, memoria y arquitectura conviven en perfecta armonía.
El antiguo pasillo, previamente oscuro y sin continuidad hacia la zona privada, se transforma ahora en un elemento articulador. Las puertas ocultas generan una cápsula cálida y continua, que se abre con una corredera de vidrio para insinuar la vida social sin pertenecer del todo a ella. Una ventana al final del recorrido enmarca la vista exterior y libera la profundidad visual. La iluminación, discreta y precisa, acompaña el tránsito: una línea de luz en el suelo marca el paso y un LED superior refuerza la dirección y la secuencia espacial.
Aprovechando su cercanía a la entrada, esta zona se convierte en una oficina con baño propio, pensada para ofrecer autonomía sin romper la coherencia del conjunto. La estructura existente se incorpora como aliada: los huecos originales se transforman en un mueble a medida que resuelve función y geometría con sutileza. Como en toda la vivienda, las puertas y los frentes de armario se disimulan para crear una lectura continua, donde la arquitectura envuelve y transforma lo cotidiano en un juego de percepción y descubrimiento.
El baño mantiene un diálogo directo con el corazón de la casa al repetir el mismo alicatado cerámico presente en la cocina, generando continuidad material. El espacio se organiza en dos zonas: la húmeda, revestida con el alicatado que remite a la isla, y la seca, donde la madera aporta serenidad. De esta transición nace la bañera, enfrentada a un lavabo de microcemento corrido que se extiende con naturalidad por toda la pared. Dos cápsulas independientes —ducha e inodoro— completan la escena, reafirmando la intención del proyecto de crear puntos de atención claros y coherentes. El baño queda integrado tras el frente del armario, diluyendo límites y proporcionando una experiencia envolvente y limpia.
La suite se concibe como un refugio sereno, donde la funcionalidad se viste de sencillez y la arquitectura actúa con precisión silenciosa. El acceso se realiza a través del vestidor, cuyas puertas camufladas garantizan privacidad y continuidad visual, separando con sutileza las áreas de descanso, almacenaje y baño. Frente a esta puerta, la del baño en suite establece una conexión que favorece la ventilación cruzada. La zona de noche se organiza a partir de una subestructura que nace de la propia arquitectura: un tatami que define el espacio y un mueble a medida que equilibra la composición. Los apliques, en sintonía con las referencias de la zona social, incorporan el color como hilo conductor, aportando identidad y coherencia.
El vestidor refleja la calma de un espacio creado para el bienestar. Las puertas de madera ocultan los accesos a la habitación principal y al baño, integrando todo con una elegancia mínima. La pureza de las líneas, la calidez de la madera y la luz natural filtrada a través de los tejidos construyen una atmósfera donde la arquitectura se convierte en refugio, emoción y vida.
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